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El otro lado de las protestas: Unión y resistencia en las cocinas comunitarias

Fotografía por Santiago Rosero

Del 2 al 14 de octubre de 2019 Ecuador vivió un paro nacional, en el que miles de manifestantes se pronunciaron respecto al actual decreto derogado 883. Éste decreto fue emitido por el gobierno de Lenín Moreno, con el fin de cumplir los requisitos del FMI y pagar la deuda del país a través de la eliminación del subsidio al diesel y a la gasolina extra, entre otras medidas económicas. Más de 20.000 indígenas de distintas comunidades y nacionalidades se movilizaron a la capital para protestar contra las medidas contenidas en el decreto, permaneciendo durante doce días en las calles de Quito y en distintos espacios que los acogieron, como universidades y la Casa de la Cultura Ecuatoriana.

Mientras se desenvolvía el paro, se vivieron jornadas muy duras de estrés, ira, ansiedad, miedo, incomodidad y violencia; sin embargo, también hubo espacio para la empatía, la solidaridad y la comunión. Cientos de personas donaron alimentos, muchos voluntarios los recolectaron y se organizaron para coordinar centros de paz y ayuda. Las cocinas comunitarias se convirtieron en uno de los elementos clave durante estas jornadas.

En las cocinas comunitarias se preparó comida para las personas que venían desde distintas comunidades rurales del país, para participar en las manifestaciones. Gracias a los alimentos, los manifestantes pudieron seguir en su lucha, con energía y cierto confort, frente a la difícil situación física y emocional.

La presente publicación retrata la experiencia de aquellas personas que hicieron voluntariado en las cocinas comunitarias durante los días de movilización, tiempo en que la comida se vivió como un elemento simbólico de resistencia, de apoyo y de nexo. Por esta razón, se publican testimonios de siete personas a quienes planteamos las siguientes preguntas: nombre, edad, ¿qué trabajo desempeñaste durante los días de movilización, dentro de los centros de paz y ayuda humanitaria? ¿qué rol crees que tuvo la comida y los alimentos durante los días de manifestación, apoyo y resistencia?, y, a partir de esta experiencia, ¿consideras que aprendiste algo nuevo acerca de la comida, la pudiste entender de diferente manera?


Fotografía por Santiago Rosero


Santiago Rosero, 40 años: Principalmente trabajé como cocinero, pero también dando una mano en lo que hacía falta: limpieza, organización, transporte.

¿Qué rol crees que tuvo la comida? El rol que tiene en la vida, en la cotidianidad, es decir un rol esencial: brindar carga energética y reconforte emocional, salvo que, en las circunstancias que vivimos, esos valores se potenciaron, porque la comida que ofrecimos estaba cargada de solidaridad y llevaba un propósito, además de que permitió revertir el cauce regular que tiene la circulación de los alimentos. Éramos, mayoritariamente, mestizos ofreciendo comida preparada a indígenas, quienes a la vez son los que permiten, gracias a su trabajo en el campo, que en las ciudades podamos alimentarnos cada día. De alguna forma, el estado de las cosas nos permitió devolverles, en una mínima escala, lo que ellos han hecho por nosotros desde siempre.

¿Aprendiste algo nuevo sobre la comida o la entendiste de diferente manera? Lo trascendental de los alimentos es que son capaces de concentrar las problemáticas más álgidas que vive una sociedad en un determinado momento, a la vez que pueden ser un motivo de unión y de celebración, así como de lucha. Tuvimos todo eso durante estos días. El cacerolazo que retumbó el sábado 12 de octubre en Quito tiene su origen en el reclamo popular por el estado de hambre al que los gobiernos someten a las sociedades, algo que se reconoce en el trasfondo de las protestas que acabamos de vivir. Por otro lado, las varias cocinas comunitarias que se activaron en los albergues de paz constituyeron espacios de unión y símbolos de entrega. Las varias facetas de lo que puede significar y generar la comida se mostraron durante estos días. En ese sentido, más que haber aprendido algo nuevo, me complació constatar cómo se manifestaban esas virtudes gracias a la energía comunal que emergió.


Sofía Camacho, 22 años: Participé junto a un hermoso grupo de voluntarixs en la cocina comunitaria que se armó en la Universidad Católica durante una de las jornadas nocturnas, haciendo lo que hiciera falta y estuviera en mis posibilidades.

¿Qué rol crees que tuvo la comida? Desde mi experiencia, la comida jugó un papel fundamental. En el turno de la noche, cuando las personas se acercaban a servirse su merienda, o en busca de algo de beber, una fruta, un dulce… lo que fuera, porque había de todo gracias a las donaciones tan variadas y cuantiosas que se recibieron, podía ser por dos razones: habían retornado de un día más en las calles, y podían, por un momento, tener un espacio de tranquilidad y comunión entorno a la comida; o, acababan de llegar a la Cato desde sus comunidades, y la bienvenida se realizaba también mediante el compartir del alimento. Fuera lo que fuere, la comida fue motivo de unión, un punto de encuentro y un puente propiciador de intercambios y alegría.

¿Aprendiste algo nuevo sobre la comida o la entendiste de diferente manera? En mi primer semestre de Universidad, aprendí que el significado etimológico de la palabra ‘compañero’ hace referencia a quienes comparten el mismo pan. Como muchas otras cosas, era un dato más en mi cabeza, una curiosidad. Más de cuatro años después, gracias a haber podido compartir espacio, alimentos, esperanzas, con todas las personas maravillosas que conocí, ese aprendizaje tiene sentido, se volvió tangible. Gracias a la comida, me vi rodeada de un sinfín de hombres y mujeres de todas las edades, admirables e incansables, con quienes tuve la dicha de ‘compartir el mismo pan’, a quienes con alegría puedo llamar compañerxs.


Fotografía por Santiago Rosero


Estefanía Berrones, 30 años: Me hice responsable de una partida de cocina caliente, producción y despacho.

¿Qué rol crees que tuvo la comida? La creación de los comedores comunitarios fue una excelente idea, gracias a las donaciones pudimos cocinar y cubrir una de las necesidades básicas de nuestros hermanos indígenas.

¿Aprendiste algo nuevo sobre la comida o la entendiste de diferente manera? Fueron días muy duros para todos, pude ver de cerca una realidad diferente a la que te cuentan. Todo esto fue una experiencia inigualable.

Una como profesional de la cocina, está acostumbrada a trabajar duro, bajo presión, y para mucha gente en eventos, pero esto fue diferente. Cocinar para miles de personas, en pocas horas, con pocos recursos y armando menús con lo que había, es estresante, pero aprendí que el mejor pago es la gratitud de la gente, el "Dios te pague" que recibes cuando les das su plato de comida, nada se compara con eso. Me quedo con la conciencia tranquila, dejé mi grano de arena, nuestros hermanos indígenas me dejaron más de una enseñanza.


Valeria Estrella, 22 años: Estuve ayudando en la cocina de Social Flavors, un restaurante en la avenida Valparaiso y en la cocina de la PUCE.

¿Qué rol crees que tuvo la comida? Creo que el principal rol que tuvieron los alimentos, más allá de la subsistencia, fue el generar unión y un espacio seguro. Quienes hacían las donaciones se vinculaban, solidarizaban y veían con sus propios ojos lo que estaba pasando. En la gente se despertaba su lado más humano, y muchos que solo iban a donar alimentos, de pronto se unían a la lucha, al malestar social. En cuanto a los indígenas y voluntarios, que se refugiaban en los centros de paz, la comida era de los pocos momentos de alegría y tranquilidad que vivían. Por un instante parecía que toda la tragedia de afuera se acababa, la gente reía, conversaba, jugaban cartas o escuchaban la radio.

Era un respiro justo de la violencia, los enfrentamientos y el dolor. Las familias se volvían a reunir, nuevas amistades se entablaban.

¿Aprendiste algo nuevo sobre la comida o la entendiste de diferente manera? A partir de esta experiencia pude apreciar más la comida, siempre estuve consciente de su importancia para mi diario vivir, pero nunca estuve en una situación tan complicada. Vivir el desabastecimiento, la impotencia y el miedo, hicieron que valorara con más ahínco lo que cocino y como. Además, compartir con personas y que sin importar los errores de mi comida apreciaran lo que recibían, me llegó profundamente. Nunca hubo quejas sobre lo que se les daba, solo un gran agradecimiento por preocuparnos de ellos. Detrás de todo el terror que se vivió en el país mi única felicidad fue poder servir a otros y más en un área que amo.


Fotografía por Santiago Rosero


Inés Marín, 31 años: Estuve al frente de la cocina del Comedor Comunitario de la Escuela Superior Politécnica Nacional, con un equipo operativo de 15 personas para la producción de 1000 comidas diarias aproximadamente.

¿Qué rol crees que tuvo la comida? La alimentación constituyó un asunto de esencial importancia en los tiempos de lucha, siendo el medio de satisfacción de hambre y sed debido al desgaste físico y psicológico producto de las largas jornadas de marchas. Cumplió función de sustento para la gente para mantener la resistencia durante 12 días de protesta. Además, fue una muestra de apoyo, empatía y solidaridad del pueblo para con el pueblo, ya que las donaciones llegaron de varios lugares del país.

¿Aprendiste algo nuevo sobre la comida o la entendiste de diferente manera?

Me lo contaron y lo olvidé; lo vi y lo entendí, lo hice y lo aprendí

Confucio

Desde mi experiencia profesional en la industria gastronómica, considero que el proceso de aprendizaje fue enriquecedor desde cocinar con recursos limitados, trabajo a presión máxima, toma de decisiones inmediatas con un estricto sentido de urgencia y dar resultados de calidad. Además, he entendido que la comida es el nexo de la gente con su hogar y sus raíces, por esta razón preparamos sopas con granos a petición de nuestros grupos de indígenas beneficiados.


Ricardo Caiza, 25 años: Mi trabajo durante los días de paro se dio en la cocina mediante la preparación de comida para las personas que la necesitaron durante el paro, no solo manifestantes, sino también voluntarios y personas que deseasen comer algo.

¿Qué rol crees que tuvo la comida? La comida es lo esencial para poder sobrevivir, sea que estemos en paro, trabajando o simplemente “existiendo”. Pero, realmente, cuando le brindas comida a la gente, no solo satisface una necesidad corporal como el hambre, sino que también tienes la oportunidad de brindarle un momento de paz, puedes regalarles tu afecto y cariño a esas personas que lo necesitaban en esos momentos más que nunca. Esto lo veías principalmente en los niños quienes, además de comer y beber algo, podían ser niños por unos cortos momentos. Jugar, reír, correr con otros niños, todo eso que la mayoría hacemos cuando somos chicos, ellos lo tenían a ratos y solo en estos lugares de paz. Por ello la comida fue una de las principales fortalezas de la marcha.

Sin ella, es muy probable que los indígenas no hubiesen soportado lo que llegó después. Al final, resistieron en parte gracias a la colaboración no solo de las personas que la preparaban, sino también gracias a las personas que la donaban en los centros de acopio. Realmente se vió una gran solidaridad por parte de las ciudades en general.

¿Aprendiste algo nuevo sobre la comida o la entendiste de diferente manera?

Después de vivir esta experiencia que, personalmente, nunca creí que viviría, me di cuenta que la comida une a las personas. Cuando empezamos con el comedor éramos 4 personas en cocina, después fuimos más de 15 y con todos pude compartir un poco de mí y de igual forma ellos compartieron algo de sí mismos conmigo. En la cocina no hay “autoridades” solo gente que quiere enseñar, y gente que está dispuesta ha aprender. Cada uno sacaba sus recetas y tips de cocina, y es interesante como la gente intercambia ese conocimiento (muy apreciado por quienes cocinamos).


Fotografía por Santiago Rosero


Joaquín Prado, 23 años: No estuve en un centro humanitario, pero ayudé a recoger basura y a la gente afectada por el gas en el arbolito y sus zonas cercanas.

¿Qué rol crees que tuvo la comida? Principalmente dar energía y también me parece que ayudó a que la gente se una.

¿Aprendiste algo nuevo sobre la comida o la entendiste de diferente manera? En cuestión de recetas o algo así no. Pero aprendí que la comida puede ser un símbolo de paz y de unión. Por ejemplo, cuando los y las manifestantes compartían tostado, agua, fruta con los policías y militares en señal de paz y amistad.